“Agua potable, hemos pedido, pavimento y luz. Once por ciento se ha conseguido para Santa Cruz”, así decía el taquirari. Esa era la consigna que dio origen al moderno Ser cruceño, a su identidad, por la unidad que se construyó alrededor de un objetivo común, con mártires incluidos. Quizás, los que no vivieron ese proceso, no puedan entender la fortaleza histórica que significa para un pueblo la concreción de un ideal surgido de necesidades tan básicas e insatisfechas por tantos siglos.
Melchor era médico y su principal tema era el de los “bichos”. En sus tiempos, solo se tomaba agua de pozo, de paúro o de gotera. Románticamente se decía: “¡Ay de rica que era el agua de gotera!”, o “¡Qué lindas las tinajeras que traen en la cabeza el agua del río!”. La palabra “potable” no era parte del vocabulario de mediados de los años 50. Lo triste era ver el desfile de tantos cajoncitos blancos hacia el cementerio, el recuerdo más dramático de lo que después se llamaría mortalidad infantil, que se la veía con resignación y como consecuencia normal de vivir tan aislados en el centro del continente.
Hasta que llegó el petróleo a Camiri. Busch ya había previsto que eso ocurriría, y dictaminado mediante Ley que los frutos de los hidrocarburos se dividirían entre los 9 departamentos en partes iguales, o sea 100 dividido entre 9, de 11% para cada uno. Los recursos de los departamentos productores serían invertidos por los interesados, en forma descentralizada. Para eso se crearon los Comités de Obras Públicas. En el caso de Santa Cruz, las prioridades siempre fueron: “Agua potable, pavimento y luz”. Todo habitante de Santa Cruz lo llevaba y lo lleva eso en las venas.
Pero aún así: pasaron más de dos décadas de esa revolución del 11% y ni la capital aún tenía un servicio adecuado de Agua “Potable”. Pero la bendición llegó en 1979, de la mano de Quitino Weise, que era Subsecretario del Ministerio de Urbanismo y Vivienda. Como Presidente de Cordecruz me reuní con él en La Paz, pues desde allí aún se controlaba lo que se hacía por el agua en Santa Cruz, y él quería cambiar, pues nada se resolvía mandando burócratas desde la sede de Gobierno. Estábamos viento en popa con la concreción del Aeropuerto de Viru-Viru y contábamos con el apoyo total de Ministro Gary Prado y del Presidente Padilla. Ahí se decidió crear una Cooperativa, la mayor novedad entonces en materia de gestión de servicios públicos, con responsables distritales y elecciones democratizantes y fiscalizadoras.
Los barrios se sumaban y demandaban hasta medidores, y hasta ponían cañerías. Eran momentos que la Sociedad Civil hacia su irrupción como actor fundamental para el desarrollo. Combinamos con Fernando Prado que se contrataría a Roger Ortiz Mercado, el mejor experto cooperativista conocido. Jorge Capobianco puso su Unidad de Ingeniería a full máquina. El Dr. Oscar Callaú con los Abogados, Elmar Sánchez con sus planes; Pajarón Hurtado con sus estrategias. Y en el Centro de Cómputo, Chichin López, Chichi Mendez y Demetrio Constantaco, entre tantos otros protagonistas sin mancha.
En poco tiempo se prepararon los proyectos, los Decretos, los números y los reglamentos. Y así se diseñó el traspaso de los bienes, equipos y derechos sobre inmuebles, tecnología, administración y se puso en marcha un modelo después adoptado en muchas partes del mundo.
El 19 de Junio de 1979, un mes después de la firma del contrato de Viru-Viru, presidí la ceremonia de inauguración de SAGUAPAC e hice entrega formal a su futuro presidente, el Ing. Mario Moreno V., de todos los documentos para una gestión independiente que debería ser elegida y controlada por sus propios asociados, y ya no desde una oficina remota. Gracias Quitino. Y perdona por no haberlo relatado antes. La humildad del servidor del 11% era inherente.
Pero cuando atacan al cooperativismo, a la mejor solución que se ha encontrado en Bolivia para el tema del Agua Potable y del Alcantarillado, tenemos el deber de defender lo avanzado, antes que venga el Lobo Feroz con sus caperucitas azules y nos haga retroceder 50 años. Y también para aclarar que no todos los que amamos a Santa Cruz somos fantasmas ni logias, así como no todos los del frente son cocaineros.
Sin embargo, pareciera que a sus militantes les exigen graduarse de Vampiros, con habilidades para chuparle la sangre a los demás. Pero enséñenles también que no se acerquen al agua bendita.