Por Antonio Saravia
El Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP) que guía el rumbo del país desde que el MAS tomó el poder en Bolivia es un licuado de malas ideas sazonado de inmoralidad. Desde que empezó a aplicarse el 2006, el MESCP ha deteriorado la economía del país y frustrado las esperanzas de miles de bolivianos en su testarudo afán de acercarnos a su objetivo final: el socialismo. El MESCP no solo equivoca las estrategias, sino que intencionalmente conduce al país hacia un paradigma que solo ha traído miseria donde quiera que ha sido aplicado.
En un artículo de noviembre de 2014 publicado por el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, el entonces ministro y ahora presidente, Luis Arce, explicaba sin ningún empacho que la pretensión del MESCP es “sentar las bases para la transición hacia el nuevo modo de producción socialista.” Eso implicaba utilizar la vieja receta marxista que declara que “es preciso redistribuir en función de la necesidad social.” A partir del MESCP, entonces, el Estado se apoderó de la economía con el fin de capturar “excedentes” y redistribuirlos. Esa es su naturaleza. En ese artículo del 2014, Luis Arce confiesa explícitamente que “el Estado tiene que ser todo, planificador, empresario, inversionista, banquero, regulador, productor del desarrollo…”
¿Cómo funciona el MESCP? El modelo tiene dos pilares: el “sector estratégico” (hidrocarburos, minería, electricidad y otros “recursos ambientales”) y el “sector generador de ingresos y empleo” (industria manufacturera, turismo, vivienda, desarrollo agropecuario, etc.). La idea es simple. El Estado debe apropiarse del primer sector en base a nacionalizaciones y capturar así los excedentes que este genera. Una vez en su poder, el Estado redistribuye una parte de esos excedentes al segundo sector a través de inversión o empresas públicas. Otra parte de los excedentes son redistribuidos a la gente a través de bonos sociales. Esta redistribución es lo que el gobierno llama “demanda interna” y es lo que soporta la actividad económica. Si hay demanda interna, hay platita circulando.
Note entonces que el MESCP se basa en la generación de excedentes en el “sector estratégico,” que es el sector primario exportador. Si se nos cae la exportación de gas no hay excedentes, no hay redistribución, no hay demanda interna y no hay platita circulando. El 2006, cuando se puso en marcha el MESCP y se nacionalizó YPFB, nuestras exportaciones de gas llegaban a US$1.700 millones y el precio del petróleo era de US$66 el barril. Como ya sabemos, a partir de ese año, nos sacamos la lotería. El precio del petróleo subió paulatinamente hasta llegar a US$108 el 2014. Gracias a estos precios, nuestras exportaciones de gas llegaron a sobrepasar los US$6.000 millones ese mismo año. Por extraordinarios nueve años, entonces, se capturaron vastos excedentes que se redistribuyeron impulsando la famosa demanda interna. Había platita. Tanta que hasta creímos que Luis Arce era un gurú que había descifrado los vericuetos de la economía. Pero claro, uno no se puede sacar la lotería por siempre. El 2015 el precio del petróleo cayó como una plomada hasta llegar a US$49 y así estuvo sin levantar mucho la cabeza hasta llegar a US$40 el 2020. El valor de nuestras exportaciones de gas cayó, entonces, a US$3.700 millones el 2015 y siguió cayendo hasta estar apenas por encima de los US$1.600 millones el 2020. Ese año, el 2020, nuestras exportaciones de gas eran menores en valor a nuestras exportaciones del 2006 cuando el MESCP veía la luz. Y entonces nos vimos en figurillas. ¿De donde iban a salir ahora los excedentes para apuntalar la demanda interna? Porque no crea que los extraordinarios nueve años habían sido cuidadosamente aprovechados para afrontar los tiempos de vacas flacas. No señor. Si bien el 2006 tuvimos un superávit fiscal de 4,5% del PIB, desde el 2007 al 2014 el superávit fiscal promedio fue de solo 0,8% del PIB. Cuando lo recomendable, entonces, era apretarse el cinturón, Luis Arce sacó el as bajo la manga: ¡deuda! Si no hay excedentes nos prestamos plata y que no se note que la fiesta se acaba. ¡No contábamos con su astucia! Así, pasamos de tener un superávit fiscal promedio de 0,8% a tener un déficit fiscal promedio de 7,5% entre el 2015 y el 2019. Nuestra deuda externa casi se duplicó llegando a estar por encima de los US$11.000 millones el 2019. Las RIN, que llegaron a más de $15.000 millones el 2014, cayeron más de la mitad hasta llegar a US$6.400 millones el 2019. Nuestra deuda interna también subió y ya ha superado los US$14.000 millones. ¡La deuda pública total sobrepasa hoy el 70% del PIB!
El MESCP es infame, entonces, porque es un paradigma ineficiente y deshonesto. Es una idea que ha desperdiciado la mayor bonanza exportadora de nuestra historia y ha hipotecado con deuda nuestro futuro. Una economía saludable no se construye a partir de gasto o demanda, ya sea que los fondos vengan de la exportación de gas o de deuda. Una economía saludable se construye a partir de la oferta. Esto se hace con iniciativa privada sólida que emprenda y genere un tramado productivo sostenible. Una economía saludable crea valor cuando la gente tiene incentivos a producir porque sabe que recibirá los frutos de su esfuerzo. Desde el 2006, el MESCP y la consigna socialista de que “el Estado tiene que ser todo” se encargó de reducir esos incentivos. Las nacionalizaciones y la falta de seguridad jurídica ahuyentaron inversiones, tanto así que, ahora que los precios del petróleo vuelven a subir, ya no tenemos gas para exportar. Lo que sí tenemos son controles de precios, cupos a la exportación, impuestos por doquier, burocracia sin límites, regulaciones y corrupción por donde se mire, y una justicia que es un calvario. El MESCP solo gastó y encima lo hizo mal (canchas de futbol, museos, más de 70 empresas públicas ineficientes, Fondo Indígena, helicópteros para el jefazo, etc.). Eso no es hacer economía, es despilfarrar la plata y la esperanza de la gente.
Y ya sé que me dirán que hubo crecimiento y que se redujo la pobreza. ¡Faltaba más! ¡Desde el 2006 hasta el 2019 nos ingresaron US$47.000 millones por venta de gas! ¡Eso representa 4 veces el PIB del 2006! Por supuesto que eso acelera el crecimiento y reduce la pobreza. El punto es que el MESCP es tan malo y deshonesto que lo que se logró con toda esa plata fue una pizca de lo que se pudo haber logrado. Rómulo Chumacero de la Universidad de Chile calcula que el PIB per cápita anual entre el 2006 y el 2016 pudo haber sido 2 a 4,7% mayor con otro modelo.
Pero lo peor de todo es que esta evidencia no desvía a Luis Arce ni un milímetro de su idea original. El derroche sigue y para este año el PGE planea gastarse el 84% de nuestro PIB alimentando a más de 500 mil empleados públicos. El déficit será de 8,5% del PIB y seguiremos acumulando deuda. Se siguen abriendo empresas públicas y la corrupción campea. No se reducen regulaciones y no se eliminan impuestos (más bien se crean otros). El MESCP no hace economía, solo gasta, se endeuda, pone trabas y espera a ver cuanto dura la pita.
Antonio Saravia es PhD en economía Fuente: Twitter: @tufisaravia

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