Por Antonio Saravia es PhD en economía Fuente: Twitter: @tufisaravia
Uno de los conceptos de economía política que genera más consenso en materia de desarrollo es el del “imperio de la ley” (“the rule of law”). Es común escuchar a políticos, académicos o periodistas de diversas vertientes ideológicas proclamar con entusiasmo, y cierto aire virtuoso, que el imperio de la ley es una condición crucial para la buena convivencia y el progreso social. La idea, por supuesto, es que, si la ley se respetase y obedeciese, nos comportaríamos mejor, no habría corrupción, no habría inseguridad y nadie tomaría ventajas injustas.
Aunque la idea es atractiva como principio de civilidad, he de confesar que nunca logró convencerme del todo. ¿Cuál debería ser la posición liberal ante ella? Si los liberales consideramos que los gobiernos son, por definición, ineficientes (no tienen la información necesaria para usar nuestro dinero como lo haríamos nosotros mismos) y que los gobernantes son gente común y corriente que persigue sus propios intereses (la literatura de public choice lo ha demostrado sobradamente), ¿por qué deberíamos respetar con entusiasmo todas las leyes que producen? El problema se multiplica varias veces, por supuesto, cuando se tiene un gobierno escandalosamente ineficiente y corrupto como el nuestro.
Es muy fácil elaborar una lista de leyes perversas que subyugan nuestra libertad y producen resultados ineficientes. A la cabeza podríamos poner los controles de precios. ¿Por qué debería un grupo de burócratas decirle a alguien a qué precio vender sus cosas? Obligar a comerciantes o productores a vender su producto a un determinado precio es inmoral porque infringe su legítimo derecho a usar su propiedad privada de la forma que considere más conveniente (siempre y cuando, por supuesto, no viole el mismo derecho de los demás). El vendedor o productor no obliga a nadie a comprar su producto, ¿por qué, entonces, debería verse obligado a venderlo a un precio fijado por el gobierno? Pero además de ser inmorales, los controles de precio son completamente ineficientes. No favorecen al consumidor (que es al que los políticos pretenden ayudar con precios bajos) porque crean desabastecimiento. El gobierno puede obligar a los vendedores a cobrar un determinado precio, pero no los puede obligar a producir. La cantidad ofrecida cae, entonces, y se generan desabastecimientos, colas, mercados negros, etc. No necesita que yo se lo cuente, lo estamos viviendo ahora mismo en Santa Cruz con el pan. ¿Cómo se puede, entonces, en conciencia, justificar el imperio de esta ley?
Otro caso típico es el de los aranceles de importación. El gobierno impone aranceles y otros cobros a los productos importados haciendo que las familias deban pagar un precio enorme si quieren comprar un producto extranjero en el mercado formal. Y, otra vez, la inmoralidad reside en no permitir que la gente use su plata y sus recursos como mejor le parezca. ¿Qué mal hace una familia que quiere comprar una lavadora china, unos zapatos brasileños o algo de ropa usada? ¿Por qué obligarlos a pagar impuestos extras y así dirigir su compra hacia productores nacionales? ¿Por qué no hacerle la vida más fácil a estos últimos para que compitan (menos impuestos y regulaciones), en lugar de hacerle la vida más difícil a las familias?
¿Cómo enfrentamos entonces este dilema? ¿Debemos aceptar el imperio de estas leyes sin chistar porque es la norma oficial? ¿Cuál el estándar de comportamiento moral? ¿Debemos guiarnos por lo que es legal o por lo que consideramos correcto?
Creo que esta pregunta ya ha sido respondida con un rotundo no. La desobediencia civil es el pan nuestro de cada día. El 80% de los trabajadores es informal para así poder burlar las regulaciones laborales. Los mercados negros y el contrabando se encargan de evitar los controles de precios, aranceles y demás regulaciones. Solo así la gente puede acceder a productos baratos. Muy pocos pagan impuestos y sobornamos a los burócratas con tal de evitar la pesadilla de los trámites. En la práctica vivimos en un país sin ley porque el gobierno nos impone leyes perversas que decidimos no cumplir. No es lo ideal ni mucho menos. La informalidad no es un paraíso porque no protege eficientemente los derechos de propiedad y no permite el desarrollo de economías de escala. Pero es lo que tenemos y a lo que nos ha conducido nuestra perversa legalidad.

A propósito del tipo de cambio de moneda nacional a dólar
Como defender el tipo de cambio/ Por Gonzalo Chávez 1. Hay dos variables en la economía que, históricamente, han anclado las expectativas de la gente y son garantías de estabilidad. Por un lado está el tipo de cambio y por otro el precio de la gasolina.  2. Después...

Estados Unidos tendrá “un buen pasar” en energía en 2023
Boris Santos Gómez Úzqueda @BorisSGomezU Ciertamente la principal preocupación de cualquier gobernante norteamericano, y de cualquier país en general, es buscar mecanismos y gestiones para garantizar abastecimiento de alimentos y energía a su sociedad. La energía...

Los activos inflacionistas: inversión en la que hay que estar 💰💰💰
En línea con el tema del pasado reporte fundamental, en el que le compartimos que los “activos inflacionistas” continuarán siendo la mejor opción de inversión en el futuro próximo, esta vez comentamos la opinión de Marcel Kasumovich, jefe de investigación en One River...

Bono remesa. Juntando los puchitos/ por Gonzalo Chavez
1. Las reservas internacionales del banco central de Bolivia han bajado significativamente. En el año 2014 estas llegaban a 15.000 millones de dólares. Durante el gobierno de Evo Morales, donde el presidente Arce era ministro de...

São Paulo
Sao Paulo con demanda promedio de 15.888 MW (mega watio) (2020, Cámara de Comercialización de Energía Eléctrica CCEE). Para tener una idea: casi 11 veces la demanda eléctrica interna boliviana (todo el país). [video width="640" height="352"...