Por Jose Kreidler Guillaux
@pepe_kreidler
Expresidente Empresa Nacional de Electricidad – Exvicepresidente Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos
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Una interrogante que siempre nos planteamos es el motivo por el cual muchos países tienen a ser ricos o muy prósperos mientas otros languidecen y se debaten en la pobreza y el sufrimiento que deviene de esa condición.
Mucho se ha escrito al respecto, diversos autores de han tratado de desentrañar las causas de tal divergencia en el nivel de progreso y desarrollo. Una de las tantas respuestas que se presentan para el debate la dieron los economistas Daron Acemoglu, profesor de economía en el MIT y James A. Robinson, profesor de economía de la Universidad de Harvard en su libro, “ ¿Por qué fracasan los países?: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza.” En el mismo, los autores profundizan en numerosos aspectos de la economía, la sociología, la política, la religión, el derecho o la historia para hacer, en materia de política comparada, un análisis de los motivos que llevan a unos lugares, naciones o territorios a prosperar sobre otros. La principal tesis del libro se basa en la idea de que son las instituciones que rigen un determinado territorio las que lo van a hacer prosperar. Ellos creen que es la forma, el cómo se organizan las sociedades, es decir si garantizan una efectiva separación de poderes, si son respetuosas con la propiedad privada, si posibilitan el correcto funcionamiento de una economía de libre mercado, además de brindar una buena calidad de vida en términos de Índice de Desarrollo Humano a la población dentro de los territorios que administran lo que va a garantizar que se conviertan en potencias económicas, y perpetúen su nombre a lo largo de la historia. La tesis medular de esta obra se centra en cómo instituciones económicas inclusivas acaban generando prosperidad y riqueza mientras que las instituciones económicas extractivas acaban generando estancamiento y pobreza.
Pero hay un punto de fondo poco debatido y que es en mi perspectiva uno de los más importantes, influyentes y decisorios para que unos países sean ricos y otros pobres: los recursos humanos, el talento humano o personas educadas, capacitadas para que puedan contribuir de alguna o cualquier manera al desarrollo industrial, académico, cultural, deportivo, tecnológico, etc.
En un pasado reciente, en muchos países latinoamericanos gracias al esfuerzo familiar, se formaban profesionales en universidades locales o en centros universitarios en Estados Unidos o Europa, con la esperanza de que permanecieran o en su caso, retornasen a sus países para contribuir a su propio desarrollo, que era lo lógico y deseable. Sin embargo, en la actualidad, paradójicamente, estos jóvenes profesionales, ya formados, al carecer de alternativas razonables, procuran un trabajo, en otras palabras, un mejor futuro, en países desarrollados porque brindan mayores perspectivas de un futuro promisorio. Logran así colocar su granito de arena en el engrandecimiento de una corporación o del país anfitrión. Esto significa que estamos contribuyendo, socialmente hablando, a hacer más ricos a países que ya lo son en lugar de que estos recursos humanos se queden y desempeñen sus calificadas actividades precisamente en su tierra de origen. Lo que sucede es lo contrario, se van y así, de alguna manera disminuyen las posibilidades de contar con profesionales altamente calificados.
Ello se puede observar con toda claridad en estados como California donde tanto en el llamado “Silicon Valley”, como en el área de Los Ángeles, muchos de los genios en sistemas informáticos
o diseños de cohetes y naves espaciales y automóviles inteligentes dirigidos por computadoras, tiene apellidos latinos, chinos, japoneses, etc.
Y lo hacen porque tienen mejores oportunidades y una mayor retribución por su trabajo, pero, ¿en qué situación quedan los países de la periferia que no tienen la capacidad o la voluntad política de cambiar este estado de cosas?
Para contextualizar mejor, veamos unos datos relevantes:
En el mundo se conceden anualmente miles de patentes para todo tipo de industrias, software, herramientas, etc., de los cuales los países desarrollados se llevan la crema y la nata: En 2018 había alrededor de 14 millones de patentes en vigor en todo el mundo. El mayor número de patentes en vigor se registró en los Estados Unidos de América (3,1 millones), China (2,4 millones) y el Japón (2,1 millones). El año 2013, se otorgaron a Japón 239.338 patentes, 146,871 a Estados Unidos, a Corea del Sur 79.652, a Alemania 53.752 y la China 48.814. Esto solo para citar a algunos. A Bolivia se concedieron solamente 3 patentes por año en los últimos 4 años, lo cual nos da una pauta muy clara de lo mucho que significa no solamente contar con los recursos humanos, si no darle también las condiciones para que desarrollen su potencial creatividad. Esto se repite en muchos países latinoamericanos, con lo cual la brecha tecnológica entre los llamados países del primer mundo con los del tercero se sigue y se seguirá ensanchando.
Este fenómeno tiene muchos efectos en la sociedad ya que, si a lo largo de los próximos años se siguen perdiendo (¿exportando?) a una parte de los jóvenes, los profesionales y a aquellas personas con la suficiente confianza para creer que pueden prosperar en un escenario exterior competitivo, no solo se estará retrasando un cambio democrático, sino que también se estará aplazando la recuperación económica y el desarrollo de todo el país. Y, por lo tanto, mientras persista esta deplorable situación, nuestros países están condenados a “consumir” nuevas tecnologías, nuevos inventos, nuevos avances, en tanto los países del llamado “tercer mundo” seguimos exportando materias primas que, en los países “desarrollados”, con la ayuda de la creatividad propia e importada, se transformarán en artículos de consumo diario y obligado, desde teléfonos celulares, hasta automóviles y aviones, además de programas informáticos.
Es un tema para debatir ahora, ya que lo que hagamos y, lo peor, lo que no hagamos repercutirá en el corto mediano y largo plazo. Seamos valientes y cambiemos este estado de situación por el bien del país que es de todos nosotros.

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